Adiós a los viejos moldes de la izquierda.





Va Jesús Ortega por un “socialismo moderno”.


“No quiero volver al pasado”, decía a Vértigo Jesús Ortega, presidente electo del PRD, la víspera del anuncio de Alejandro Encinas de que no aceptaría la secretaría general del partido, que por estatuto le corresponde. Este hombre, que por muchos años trabajó para ocupar la posición que asumirá el próximo 29 de noviembre, cuando se celebre la sesión del Consejo Nacional, adelantaba también que va por la unión de la izquierda progresista; y que pretende transformar al PRD en un partido socialista moderno, “como los que hay en Brasil, en Chile, en España”.

Sus palabras reflejaban la determinación de desterrar los viejos moldes de la izquierda; los dogmas y las consignas. Menos movilizaciones y plantones en la calle; más política y respeto a las instituciones del país; menos caudillismo y más dirección colectiva; menos debate alrededor de Andrés Manuel López Obrador y más discusión sobre el proyecto de partido.

Su llegada a la presidencia nacional del PRD representaba un vuelco en la postura de ese partido frente al gobierno de Felipe Calderón. En una entrevista con Pedro Ferriz de Con, Chucho no tuvo empacho en reconocer que “Calderón es constitucionalmente el presidente de la República”. El de Nueva Izquierda aclaró, sin embargo, que jamás abandonará su postura de considerar que hubo inconsistencias graves que mancharon las elecciones presidenciales del 2006.

En la plática con Vértigo, Jesús se mostraba satisfecho de haber cumplido un sueño largamente acariciado. Días antes, en una sentencia que sorprendió a más de uno, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación lo había declarado triunfador en la cuestionada elección para renovar la dirigencia nacional del partido, celebrada ocho meses atrás.

A lo largo de la charla, de unos 20 minutos, Jesús dejó claro que va por una política incluyente; una dirección horizontal, una apertura a las clases medias. El político de Aguascalientes quiere ir más allá de lo que la analista Denise Dresser llama “los enojados”, que conforman el voto duro del PRD, para dotar al sol azteca de una vocación mayoritaria.

Sabe de la importancia de mantener unido el partido, pero también está consiente de que es el sueño imposible. Su prudencia, sin embargo, lo llevó a ensalzar la decisión de Encinas. “Me congratulo que ni él ni nadie hayan adoptado la decisión de separarse del PRD. Quedan anuladas y desaparecidas las especulaciones que corrieron con profusión acerca que el PRD se iba a dividir irremediablemente”, dijo Ortega en rueda de prensa realizada poco después del anuncio de su contrincante interno.

Abundó: “Hubiera sido mucho mejor que asumiera la responsabilidad de la secretaría general. Coincido con algunos compañeros de Izquierda Unida que esa hubiera sido una solución mejor. Pero eso no implica que se rompan vínculos, relaciones, pláticas, negociaciones. Mantendré con él una interlocución constante y directa. Es el principal dirigente de Izquierda Unida”.

***

“¡Esa es la congruencia que necesitamos!”, gritaba extasiada una de las tantas seguidoras de Alejandro Encinas, congregadas en el salón Don Diego, del Hotel Sheraton Alameda, poco después de que el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal hiciera publica su decisión de permanecer en el partido, sin asumir la secretaría general.

El ambiente que se respiraba era de entusiasmo entre las radicales huestes allí concentradas. El grito de “¡Encinas, Encinas!” rubricaba la aprobación de la decisión tomada. Alejandro emergía ahí mismo como el líder de una nueva corriente perredista, cuyo objetivo inmediato será “recuperar el partido desde dentro”.

Encinas se mostraba crítico, duro, intransitable con los que, dijo, cometieron el fraude en casa:

“Renuncio a la secretaría general del Partido de la Revolución Democrática fundamentalmente por dos cuestiones. No nos ganaron la presidencia nacional del partido y no nos ganaron sus aliados, sino el gobierno de facto y el Estado que ha querido imponer una dirección en nuestro partido

“Yo no puedo avalar una decisión de Estado; no puedo caer en la simulación; no puedo esconder la basura debajo del tapete; ni ser cómplice los que cometieron tropelías e irregularidades…”

Era casi una declaración de guerra civil contra los chuchos y sus aliados internos.

Encinas proseguía “no nos vamos porque no le vamos a dejar el partido a quienes se han enquistado en su burocracia; porque somos mayoría y porque lejos de abandonar la trinchera, vamos a dar la pelea desde dentro para rescatar el proyecto político, los principios y los valores que nos dieron origen”.

Cada frase, cada oración, cada palabra arrancaba en la mayoría de los presentes expresiones de aprobación. Los más realistas, sin embargo, se preguntaban si todo aquello no representaba abandonar la plaza.

“¿No estaremos pecando de ingenuos?”, preguntaba espontáneo el senador obradorista, Ricardo Monreal, presente también en el salón Don Diego. El zacatecano hacía un ejercicio de ecuación política para llegar a la conclusión de que los equilibrios se romperán en el seno del partido, sin la presencia de Encinas en la dirección nacional.

Monreal preguntaba: ¿Quién se queda con la burocracia del partido? El mismo respondía: “Los Chuchos….” ¿Quién va a decidir las candidaturas? “Los Chuchos….” ¿Quién va a manejar las prerrogativas? “Los Chuchos…”.

Pero el senador Carlos Navarrete, destacado integrante de la corriente triunfadora, aseguró al reportero que sí van a subir a los integrantes de Izquierda Unida, el grupo que respaldó la candidatura de Encinas, a las decisiones del partido. “En la Comisión Política Nacional hay trece lugares, caben perfectamente. Allí se va a diseñar la estrategia política y se van a procesar las candidaturas”

El tema de la secretaría general y de la permanencia en el PRD se había discutido la noche del lunes 17 de noviembre en una reunión “en corto” con Andrés Manuel López Obrador, celebrada en sus oficinas de la calle de San Luis Potosí. La decisión de no salirse del PRD habría sido del legitimo; la de no aceptar la secretaria general de Alejandro Encinas, reveló uno de los participantes en ese cónclave.

En el juego de suma y resta, los que no están de acuerdo con el abandono de la plaza ven perdedor al movimiento obradorista, “Se van a romper los equilibrios; Hortensia es del Foro Nuevo Sol, que ya pactó con Jesús” lamentó uno de los leales a López Obrador.

Y es que Hortensia Aragón, ex compañera de fórmula de Encinas, integrante del grupo de la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, quedará en el cargo de secretaria general del partido. “Mi actitud no será de acompañamiento, ni de dama de compañía”, dijo Aragón, al anunciar, conjuntamente con Ortega, que acepta el lugar que su compañero de fórmula rechazó.

Monreal no era el único integrante del movimiento obradorista que se mostraba preocupado por la decisión de Encinas. “Alejandro no se ha dado cuenta de la importancia que tiene el cargo”, lamentó Dolores Padierna, dirigente de IDN, quien hasta el último minuto empujó para que el ex jefe de Gobierno se quedara con la secretaría general.

--¿Y ahora que sigue?—le preguntamos también al diputado Raymundo Cárdenas

-- Lo que diga Jesús Ortega—repuso mordaz.

--¿Y además?

-- Nos vamos a ir debilitando, hasta transitar a otro espacio--, aventuró.

-- ¿Al FAP?

Raymundo asintió con la cabeza.

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