Crisis en el IFE

La advertencia a Andrés Albo, presidente consejero provisional del “autónomo” Instituto Federal Electoral, llegaba desde San Lázaro con brutal claridad. Le prohibían tomar decisiones importantes o hacer nombramientos de funcionarios de cualquier nivel.

Ni siquiera podía cambiar un chofer o una afanadora.
“Si lo hace, lo vamos a considerar como un golpe de estado, y su cabeza rodará por el Periférico”, decía a Vértigo un legislador que participa en las negociaciones para la renovación del IFE.

Minutos antes, ese legislador había repetido el mismo mensaje en charla telefónica con uno de los consejeros electorales. Los diputados, patrones reales en el IFE, tenían acotado, amenazado, amarrado a Albo. “Que ni se mueva, porque le rompemos la madre”, le había dicho el legislador al consejero.

La idea era mantener la parálisis en el IFE, hasta que los coordinadores parlamentarios de los llamados “partidos históricos” –PAN, PRI, PRD-- logren “el máximo de consenso posible”, como marca la Ley. El pivote de esta estrategia era la no promulgación del Cofipe. Hacerlo significaría obligar a los disminuidos consejeros a tomar decisiones. “Hay que promover que no se publique hasta finales de enero”, sugería el legislador.

La terquedad del PRD de imponer al ministro de la Suprema Corte de Justicia y amigo de El Peje, Genaro Góngora Pimentel, combinada con la exigencia de Los Pinos al PAN de llegar a un consenso con los demás partidos, tenían al Instituto al borde de una crisis institucional. El asunto era muy grave.

Vuelta para atrás. Jueves 20 de diciembre. Luís Carlos Ugalde anunciaba su decisión de renunciar al IFE, a pesar de que el Cuarto Transitorio de la Reforma Constitucional, violado con cínica naturalidad por los diputados, quienes no cumplieron con los plazos que elevaron a rango constitucional, preveía la permanencia del actual Consejo, hasta el nombramiento del nuevo consejero presidente y otros dos consejeros electorales.

Destacó Ugalde:

“Durante los últimos 17 meses, el IFE ha vivido amenazado. Estas amenazas se materializaron cuando el Congreso aprobó una reforma constitucional que estableció la remoción anticipada de los consejeros electorales…Y más adelante: “El IFE no puede ser sujeto de los vaivenes y desacuerdos de los partidos políticos. Merece respeto porque lleva a cabo una función central en beneficio de los ciudadanos. La dignidad del IFE está por encima de los intereses de los partidos.”.

Los miembros del bloque cercano a Ugalde habían discutido entre ellos –y con Luís Carlos-- la posibilidad una renuncia masiva. La terquedad del PRD de imponer a Góngora Pimentel, les brindaba la posibilidad de devolver la bofetada al Congreso, que tan mal los había tratado. Pero la propuesta no progresó. El apego al hueso, y las cuentas por pagar podían más que las ganas de revirar a los diputados
* * *
A las 13 horas del lunes 17 de diciembre se reunió el Consejo General del IFE, ya sin Ugalde. El único punto de la agenda era la elección del presidente consejero provisional. Uno a uno habían llegado los consejeros al salón de sesiones. Sus rostros reflejaban tensión, fatiga, molestia, frustración.

El fin de semana había sido muy difícil. Divididos en dos bloques de cuatro, habían negociado, bajo presión exterior, todo el fin de semana, hasta alcanzar un acuerdo mayoritario. Andrés Albo presidiría temporalmente el Consejo General.

El acuerdo para votar mayoritariamente a Albo venia acompañado de la firma de nueve compromisos asumidos por los consejeros electorales para respetar las reglas básicas de trabajo, dirección, toma de decisiones y acuerdos. En el documento, firmado por los ocho, los consejeros asumían el compromiso de guardar civilidad y probidad en las discusiones que se lleven a cabo.

El texto preveía, además, que los presidentes de comisiones permanecerían como titulares de las mismas, salvo en el caso de renuncia, y que se mantendrían en sus cargos los funcionarios actuales.

Una cláusula llamaba poderosamente la atención. Para lelvar cualquier proyecto de acuerdo a la sesion del consejo general se requerirá de una mayoría de seis de ocho votos. Era una forma de los dos grupos de atarse mutuamente las manos.

La renuncia de Ugalde había dejado huérfano al grupo de consejeros integrado por Alejandra Latapí, Teresa González, Arturo Sánchez y Andrés Albo. Ya no eran mayoría frente al bloque de consejeros antiugalde, conformado por Lourdes López, Marco Gómez. Rodrigo Morales, y Virgilio Andrade.

Albo no representaba la mejor opción. Los consejeros lo sabían. No se dirige la palabra con tres de los cuatro consejeros - Lourdes López, Marco Gómez, y Rodrigo Morales-; sus relaciones con María del Carmen Alanis, ex secretaria ejecutiva del IFE y actual presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, son “pésimas”.

Para colmo, como presidente de la Comisión de Fiscalización del IFE tiene “encapsulado” y en el limbo el tema de los 281 mil spots no reportados por los partidos, al que nadie le quería entrar por las posibles consecuencias.

“La designación es equivocada”, manifestó Lourdes López, al razonar su voto en contra de Albo. La consejera dijo también que el gran “pecado” en el IFE era la división de su Consejo, y lanzo una advertencia al grupo que apoyó la candidatura del ahora presidente provisional. “Jamás convalidaré su hegemonía con mi voto”.

Y sin embargo, el vacío creado por el fracaso de las negociaciones en San Lázaro para nombrar al nuevo presidente consejero obligaba a ambos grupos a entenderse. Los amigos de Luís Carlos proponían a Albo; el otro bloque a Virgilio Andrade. Este cedió en sus pretensiones, y quedó el candidato del grupo pro Ugalde. Con ese acuerdo llegaron a la sesión.

La mesa en forma de herradura instalada en el salón de sesiones de Consejo poco a poco se llenaba. La silla vacía de Luís Carlos Ugalde era reflejo de la peor crisis institucional del Instituto en sus 17 años de existencia. Descabezado, dividido, vulnerado en su autonomía, el IFE sufría de la incapacidad de los partidos de ponerse de acuerdo sobre un consejero presidente definitivo.

El impasse había quedado momentáneamente superado gracias al generoso gesto de Andrade. Integrante del llamado bloque antiugalde –Lourdes López, Marco Gómez, Rodrigo Morales y él mismo—este risueño licenciado en derecho, egresado del ITAM, había declinado la víspera, en un “acto de responsabilidad.”

El gesto de Andrade había relajado un poco la tensión. “Hubiera resultado desastroso si nos levantamos con la noticia de que en el IFE tampoco nos ponemos de acuerdo”, comentó a este semanario el consejero Gómez Alcanzar, luego de calificar la decisión de Virgilio como “un acto de responsabilidad.”

-- ¿Porque cedió?—preguntamos a Andrade.

-- No es que haya cedido. Me propusieron. Después de dialogar con todos era propio reconocer la necesidad de desbloquear la situación. La fundamental era darle continuidad al órgano de autoridad, mas aun cuando se trata de una situación provisional, pero simbólicamente relevsnte

Los miembros del bloque cercano a Ugalde habían discutido entre ellos –y con Luís Carlos-- la posibilidad una renuncia masiva. La terquedad del PRD de imponer al ministro de la Suprema Corte de Justicia, Genaro Góngora Pimentel, les brindaba la posibilidad de devolver la bofetada al Congreso, que tan mal los había tratado. La propuesta no progresó. El apego al hueso y las cuentas por pagar podían más que las ganas de revirar a los diputados

Llegó la votación Albo se excusó. Ganó por 4 votos contra tres. Ya como presidente aseguro sin mucha convicción. "El IFE es una institución de Estado que recorrerá el periodo de su presidencia provisional con armonía de trabajo, y visión a futuro",

“La presidencia provisional del IFE debe representar la garantía de que el Instituto no interrumpirá su marcha, ni el cumplimiento de sus responsabilidades, durante el tiempo que tome la Cámara de Diputados para nombrar un Consejero Presidente, como lo ordena la Constitución”, puntualizó.

No hay comentarios: